Wendel Trio, Northern Forests and Climate Change Project
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Los bosques albergan más del 80% de la biodiversidad terrestre, almacenan más de 850 gigatoneladas de carbono -lo que equivale a casi un siglo de emisiones de combustibles fósiles- y son el hogar de 300 millones de personas, muchas de ellas pertenecientes a comunidades vulnerables y naciones indígenas. Aunque en general el ritmo de pérdida de bosques se ha reducido, seguimos perdiendo aproximadamente 10 millones de hectáreas de bosques cada año. Del mismo modo, la cantidad de carbono almacenada en los bosques está disminuyendo y estudios recientes indican que los árboles y las tierras emiten hoy en día tanto carbono como el que absorben.
Contrariamente a la creencia popular, mientras que el carbono almacenado en los bosques tropicales está aumentando, el descenso se produce principalmente en lo que llamamos bosques del norte, los bosques boreales y templados de Norteamérica (Canadá y Estados Unidos) y Europa (incluida Rusia y los Estados miembros de la antigua Unión Soviética). Estos bosques septentrionales constituyen una gran parte de los bosques del mundo, ya que representan más del 40% de la cubierta arbórea mundial. Rusia, Canadá, EE.UU. y la UE representan el 95% de todos los bosques septentrionales. Así pues, la conservación de los bosques septentrionales es sobre todo responsabilidad de los países industrializados. Y una responsabilidad que deben asumir urgentemente.
Los bosques septentrionales se encuentran entre las últimas grandes extensiones de bosques primarios, antiguos y maduros. Estos bosques nunca han sido talados industrialmente ni alterados de ninguna otra forma y tienen un valor único e irremplazable para la biodiversidad mundial. Estos bosques también albergan casi la mitad de las reservas mundiales de carbono. Además, numerosos pueblos indígenas dependen de los bosques septentrionales y sobreviven en ellos, y múltiples estudios han indicado que los bosques controlados por pueblos indígenas están mejor protegidos y tienen más carbono almacenado, y que el nivel de protección aumenta cuando se reconoce legalmente la propiedad de los bosques.
Los bosques septentrionales están experimentando una de las degradaciones más rápidas del mundo, debido en gran parte a la tala industrial de bosques primarios, antiguos y maduros. La tala en los bosques septentrionales es el mayor factor industrial de pérdida bruta de cubierta arbórea del mundo. Como consecuencia, los bosques septentrionales son más vulnerables a los efectos del cambio climático, como el aumento de los incendios forestales y las plagas de insectos. Esto, a su vez, está reduciendo la cantidad de carbono almacenado en los bosques septentrionales. Mientras que en 1990 los bosques septentrionales representaban el 40% de las absorciones de carbono forestal, en la actualidad esta cifra ha descendido al 24%. Es más, algunos países como Canadá, Finlandia y Alemania han visto cómo sus bosques pasaban de ser un sumidero de carbono (absorben más carbono del que emiten) a una fuente (emiten más carbono del que absorben).
La protección y restauración de los bosques, y en particular de los bosques primarios y antiguos que aún quedan, debe ser una prioridad para los países con bosques septentrionales. Proteger y restaurar la integridad de los ecosistemas forestales es la forma más rápida y rentable de obtener resultados beneficiosos para el clima, la biodiversidad y los pueblos indígenas. Las áreas protegidas, y en particular las gestionadas por los pueblos indígenas, han demostrado ser muy eficaces y ofrecen enfoques complementarios para proteger y restaurar la integridad de los ecosistemas.
A pesar de todo, los bosques del norte están poco protegidos. Mientras que, por término medio, más del 25% de los bosques de África, Asia y Sudamérica se encuentran bajo uno u otro estatus de protección, sólo el 11% de los bosques norteamericanos y únicamente el 6% de los europeos están protegidos. Esto dista mucho de la media mundial y aún más de los compromisos adquiridos en el Marco Global de Biodiversidad.